
Ordenando los pajaritos
11 de septiembre de 2025El año que viene cumplo 30. Y si bien muchas cosas en mi vida son una incógnita (quienes estén en la misma me van a entender), hay dos que tengo muy en claro.
Todos hablan de sus objetivos materiales: el auto, el terreno, la casa, blah... Y está perfecto o, bueno, está bien. Pero antes de definir eso, mi “lógica emocional”, si es que existe ese término, me dice que tengo que aclarar otras cosas más profundas antes. Porque si no sé quién soy ni qué me importa en la vida, todas esas metas universales aspiracionales pierden sentido o no tienen coherencia con lo que pasa dentro mío.
Casi sin darme cuenta, hace años que vengo trabajando en diferentes sutilezas que moldean mi forma de ser, que me llevan a aprender, desaprender y reinventarme una y otra vez, que me proponen derribar creencias y crear nuevas, que me incitan a vivir de una manera más auténtica y más liviana. Y eso atraviesa tanto mi vida personal en general como mi trabajo en particular.
Yo digo que tengo dos grandes objetivos silenciosos, entre muchos otros. No solo para mis 30, ni para mis 40, ni para mis 50… Para todos los días de mi vida, desde el instante en que los decreté.
Dos objetivos que funcionan como brújula y termómetro al mismo tiempo: me muestran cuando estoy alineada con lo que quiero ser y también cuando la estoy pifiando un poquito.
Estos objetivos tienen que ver con cómo gestiono mi tiempo y mi carga laboral.
Tengo muy claro que no quiero ser una persona que dice “es que no tengo tiempo” como excusa para no hacer algo.
Y tampoco quiero ser la que dice “estoy tapada de laburo” para sentirse importante o validada.
Trabajo de forma consciente para tener tiempo para todo lo que me gusta y disfruto. Y cada vez que estoy por decir “no tengo tiempo” para algo, sé que en realidad no estoy priorizando ese algo. Porque para todo lo que me importa, sí tengo tiempo y mucho: para estar con mi pareja, mi familia, mis amigos, para entrenar, cuidar mi salud, trabajar, comer sano, cantar, cultivar mi espiritualidad, leer, crear, viajar. Tengo tiempo para todas esas cosas que me alimentan el alma.
Entonces, cuando estoy por responder “no tengo tiempo” ante una propuesta, entiendo que simplemente eso no está en mi lista de prioridades hoy.
Con la carga laboral me pasa algo parecido. No aspiro a estar “tapada de laburo”. Ya no.
Por mucho tiempo creí que estar saturada y no tener tiempo para descansar era sinónimo de éxito. Hoy sé que no lo es.
Tener más o menos trabajo no define mi valor como profesional ni mueve mi aguja. Así que cuando empiezo a sentirme sobrecargada, suena una alarmita interna que me dice: “che, no es por acá”. Y ahí freno, voy marcha atrás, pego un volantazo y busco otro camino.
En síntesis, estoy intentando eliminar estas dos frases de mi vocabulario para vivir más en coherencia con quien soy y con quien quiero ser.
Si llegaste hasta acá, gracias por leer mi sentir. Ojalá esto te inspire a vos también.